Mi escolarizacion

martes, 26 de enero de 2010

Allá por los años 1953 cuando tenía 12 años , en un pueblo de la provincia de Valencia llamado Quesa, la mayoría de los niños no podíamos ir a la escuela ya que teníamos que ayudar a nuestros padres en las labores del campo, algunos pudimos asistir a clases nocturnas en invierno porque un profesor llamado, Emilio Sánchez, cuando vio que los chicos que no podíamos ir a colegio ya teníamos doce o catorce años y éramos analfabetos hablo en el Ayuntamiento y se ofreció a darnos clases por la noche, formo dos clases una de chicos y otra de chicas por separado, las libretas y los apuntes se llevaban en unas carpetas de cartón por que no existían las mochilas, ,también habían unas cajitas llamadas “plumier” donde se llevaban los lápices, ya que no existían los bolígrafos, cuando se tenía que escribir con tinta se cogía una pluma, “no de ave” sino una especie de lápiz con un objeto punzante en un extremo, el cual se iba mojando en un recipiente de cristal que había en un agujero en la parte derecha del pupitre.

Los castigos eran severos, el maestro siempre llevaba una regla de madera, si te comportabas mal, te ponía de cuatro patas y te pegaba en las pantorrillas ó si estavas de pie en las manos, que se ponían rojas. Mi mejor amiga, “Laura” mi mejor amigo, “José” nos vemos todos los veranos.

Solo recuerdo el nombre de un libro de poesías, se llamaba, “Que linda es la rama”
Las Matemáticas y la Ortografía, las recibíamos como apuntes, los pocos libros que habían, como un Atlas, un cuaderno que tenia las tablas de Sumar, Restar, Multiplicar y Dividir eran del Ayuntamiento, había un globo terráqueo encima de la mesa del profesor, el cual consultaba toda la clase, recuerdo un mapa de España colgado en la pared, también recuerdo una gran Pizarra detrás de la mesa del profesor y encima de la pizarra y situada a la derecha de la misma una fotografía del General Franco, al lado izquierdo de la Pizarra una fotografía de José Antonio Primo de Rivera y en medio de las dos fotografías un Crucifijo con el Cristo de la salud, Todos los días al empezar la clase nos hacían cantar el himno nacional.


Miguel Ferrándiz Ferrándiz

mis pasos por la escuela


Mis  pasos por la escuela  fueron varios , en primer lugar fui a colegio de monjas del cual tengo  buenos recuerdo porque  te hacían rezar pero alabe el sistema de educación era fácil y entretenido pues se basaban en laminas grandes de dibujos según la materia y lo explicaban  con  facilidad para que lo comprendiéramos a la primera   su sistema de castigo era tener que repetir tantas veces como te lo ordenara mi tutora se llamaba Sor Josefina luego entre en el nacional siempre en aulas separadas con los niños en esta ocasión mi profesora se llamaba doña Lucia su sistema de enseñar era el siguiente  cada día teníamos  una materia te preguntaba y si la respuesta no era correcta pasabas a la última fila  y si faltabas lo mismo, si te mantenías en primer lugar todo el mes pasabas al cuadro de honor, era muy competitivo y agradable fue,  mi mejor maestra  los libros  de los que no tenían dinero para comprarlos los ponía el colegio y los castigos que tanto se comentan que te infligía yo no los he visto nunca todo lo mas es ponerte de cara a la pared.  
Después mis padres se trasladaron a Galicia el recuerdo fue diferente pues había dejado a mis abuelos primos tíos y amigos fue difícil después Tarragona Madrid paso como un sueño termine en el colegio de la plaza real de Barcelona el cual era franquista pero tanto que hoy se dice que no te dejaban  hablar en catalán pues puedo asegurar que teníamos clases de canto y bailes  regionales en esta lengua no nos enseñaba a escribir pero si a entenderlo  mi modesta opinión sobre la educación que se da en estos momentos es que antes se tenían menos medios pero se tenían más  valores los cuales se está perdiendo.
La  primera comunión se hacía entre los siete y nueve años la escuela te  enseñaba el catecismo   el  cual no era nada malo para  tu preparación hacia la vida.
La religión es como todo no se tiene que ser radical sino coger lo mejor de ella para ser mejor persona.
Yo hice la comunión a los ocho años junto con mi hermano  de siete.


En la foto están mis profesoras y mis compañeras
Maria Teresa Tomas Torres

DIA DE ESCUELA

martes, 19 de enero de 2010

DIA DE CLASE


A mi edad, mirar hacia atrás en los años, es muy dificultoso, ya que la memoria juega mala pasadas. Sin embargo algunos recuerdos de mi infancia en la escuela son muy claros. Son como flash nítidos en medio de la oscuridad más negra.

Recuerdo que yo era un retajo que media más o menos un metro, cuando mi madre, allá en mi lejana patria que es Italia, me llevaba a la escuela con mi delantal blanco, la cartera y el tintero.

Si habéis leído bien, el tintero, porque hace más de sesenta años aún se usaba el tintero y la pluma, aunque a los pocos años inventaron el bolígrafo y las manchas y la escritura empezaron a mejorar. Imaginaros una niñita de seis años manejando un botecito de tinta negra y escribir sobre papel la letra con una pluma cuya punta se rompía cada dos por tres. El resultado manos negras y delantal con unas manchas que parecían un mapa.

Los días de mis primeros años de alumna son tan lejanos que casi mi memoria no alcanza recordar. Lo que sí tengo claro en la mente es una continua charada y juegos con mis compañeras.

Era una de la más alta de la clase y tenía que sentarme siempre en los últimos bancos, por lo tanto pensaba, pobre de mí, que podía jugar impunemente sin ser vista por la señorita. Pero siempre me pillaban y como se dice, “hazte la fama…..”, aún cuando no era la que empezaba, el castigo como era lógico iba para mí.

No eran castigos muy severos, me ponían con la cara a la pared o sentada con una silla junta a la maestra así tenía que estar atenta a la explicación que impartían en el momento. Y como eso pasaba a menudo resultaba que, los exámenes, eran muy fáciles para mí.

Pero no creáis que era tan mala, lo que pasaba era que me gustaba jugar, para mí la jornada era un sin fin de juegos alternándose con más juegos. La maestra llamaba a mi madre a menudo, pero la pobre mujer se encogía de los hombros y decía que no podía conmigo ya que nadie podía seguirme en los estudios, ella porque era ignorante y los demás porque estudiaban o trabajaban todo el día. Claro que la buena voluntad tenía que venir de mí, aunque un poco de interés y mano firme la habría necesitado, en vez estaba dejada de la mano de Dios. Por lo tanto, queridos amigos y amigas, no os quejáis si vuestros padres y vuestros tutores son severos, porque lo hacen por vuestro bien.

MARTA FILIPOZZI