A mí al colegio me llevaba mi hermana que era dos años más grande. Muchas veces me quedaba dormido en los brazos de la maestra y ella me acostaba en su cama. La escuela era mixta. De uniforme llevábamos lo que podíamos, el calzado eran unas zuecas de madera y unos calcetines de lana. A los niños pequeños nos enseñaban a leer los mas grandes. Las edades eran entre seis y dieciséis años. Los niños mas grandes siempre se aprovechaban de los mas pequeños. Al hacer la primera comunión ya teníamos que ir a confesarnos y a comulgar todos los domingos y fiestas de guardar .Nos hacían comulgar los cinco primeros sábados y los nueve primeros viernes de cada año, para comulgar había que estar sin comer nada desde las doce de la noche del día anterior. La misa era siempre a las doce de la mañana de los domingos y por la tarde, a las cuatro, hacíamos catecismo. Allí nos daban una tira de papel con el nombre de cada uno como que habíamos asistido y el lunes lo teníamos que entregar a la maestra.
En la iglesia termine de monaguillo ayudando a misa y en los entierros, llevando una cruz o dos cirios, que era lo que se hacia. En algunos entierros nos daban dos pesetas, pero hubo uno en que nos dieron cinco pesetas ya que era gente de dinero. Fue el entierro en el que mas curas he visto de toda mi vida. Hoy cuando recuerdo aquella niñez me da mucha pena.
En el colegio al jubilarse doña Mercedes mandaron a un maestro que se llamaba don Honorato, otros días venia don Manuel que era su hermano. Muchas veces nos castigaban. Los castigos eran ponerte de pie y de cara a la pizarra o mandarte poner las manos con los dedos hacia arriba y golpearte con la regla varias veces. Otras veces nos mandaban arrodillarse en el suelo, que era de madera.
Una tarde los mas grandes empezaron a tirar habas con los tirachinas unos a otros y don Manuel nos saco todos los tirachinas que pudo, solo dos chicos los pudieron esconder dentro de sus calcetines. Las partió todas y las puso encima de la mesa para que al otro día cuando llegase su hermano las viera. Al terminar la clase nos marchamos como cada día pero los mas grandes volvieron , entraron por una ventana y se llevaron todo lo que estaba encima de la mesa, al otro día cuando llego el mismo profesor se encontró que se lo habían llevado todo y que la ventana estaba forzada. Nos junto a todos y nos mando arrodillar y empezó a preguntar uno por uno quien había sido. Nadie respondió y a unos cuantos de los mas grandes los mando a su casa, uno de ellos volvió al poco rato con su hermana que era bastante mayor pero el profesor aquel día ya no lo dejo entrar.
Yo no podía ir todos los días al colegio porque tenía que trabajar en casa. Teníamos dos vacas, varios conejos y gallinas y una oveja. El agua había que ir a buscarla a la fuente y la leña al bosque para hacer de comer. La corriente eléctrica aun no había llegado y el butano tampoco. También recogía fruta para llevarla a plaza y venderla. Así la mayor parte de los días del año.
Algunas tardes me mandaban a casa de un señor que daba clases en su casa a niños de diferentes edades. Había algunos muy revoltosos y un día el profesor mando llamar al padre de uno y entre los dos le amarraron la lengua con un cordel a uno que se portaba mal y le tuvieron de pie hasta que termino la clase.
Cuando tenia once años me mandaron a unas clases nocturnas y el profesor se llamaba Antonio. Vivía con sus padres y allí nos daba las clases a unos diez chicos. La mayor parte de ellos eran primos. Y hoy en día los que vamos quedando nos telefoneamos de vez en cuando.
Esto es lo que os puedo contar de mi colegio, al poco de cumplir los catorce años ya me puse a trabajar en una cerámica donde había que arrancar el barro para fabricar ladrillos y tejas
Babera del Valles 8-3 -2010.
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